domingo, 22 de enero de 2012

Visión silvestre de un polémico artista

Les confieso que la separación de Juancho y Silvestre me cogió por sorpresa. Y fue mucho mayor mi desconcierto por la forma como se dio a conocer la noticia, por Twitter. Parece ser que desde que el expresidente Uribe se divorció del presidente Santos a través de un Retwitt, ahora todos quieren utilizar este medio como notificador oficial de decisiones.

No me parece la forma correcta de expresarle públicamente a alguien una determinación, tratándose más, de un compañero, amigo y compadre, con quien se ha compartido una década de vida musical y familiar. Los trapos sucios, se lavan en casa.


Ahora recuerdo que este episodio había sucedido una vez en Bogotá, pero al revés. El ofendido fue Silvestre, porque Juancho sin consultarle tomó la decisión de acompañar a Diomedes en la grabación de un CD.

Esa noche tocaban una fiesta en el Club de la Policía y cuando se disponían tocar la segunda tanda, Silvestre les notificó a Juancho y a su conjunto, que no se subiría a la tarima y terminaba la unión de los dos, porque él no estaba de acuerdo que Juancho grabara con Diomedes estando tocando con él. Ahí, fue Troya, porque el empresario les amenazó con no pagarles si no tocaban la segunda tanda.

De inmediato los llamé aparte a los dos y junto con Carlos Bloom, su mánager, logramos convencerlos que terminaran la presentación y el lunes siguiente arreglábamos el tema en las oficinas de la Sony Music. Silvestre entendió que era una grabación sin unión porque Diomedes estaba privado de la libertad y ese trabajo le servía para reducir el tiempo de la pena a la cual había sido condenado. Todo se soluciona hablando!

Otra anécdota, de coqueteo de otro artista hacia Juancho, fue cuando la embajadora Nohemí Sanín, me pidió el favor de llevarle a Silvestre y a Juancho a España, para que tocaran el concierto del 20 de Julio en la Plaza Mayor de Madrid. Era la primera vez que ellos iban a Europa, así que no me tocó fácil la tarea. Recuerdo que alternaban con Fonseca, pero a Silvestre le tocó de primero. La plaza estaba a reventar de la cantidad de gente que había. El voltaje que dejó Silvestre fue tan alto que la gente, a la tercera canción de Fonseca, comenzó a gritar que subiera silvestre nuevamente. La Embajadora me pidió el favor que lo convenciera y la única condición que puso, es que también tenía que subir Juancho. La gente se enloqueció nuevamente y Fonseca terminó pidiéndole a Silvestre, que le prestara a Juancho, para el resto de la gira en Europa. La respuesta fue negativa porque tenían que venir a tocar a Magangué y a Fundación. ¡Qué contraste! Al menos compartimos un buen cochinillo en Segovia, el día siguiente.

No me cabe la menor duda, que aquí faltó un buen canal de comunicación y diálogo. Los que conocemos bien a Juancho de la Espriella sabemos que ese no es su estilo. Juancho se ha caracterizado por ser una persona calmada, educada y muy prudente. Parece ser que pudo más los malos consejos del cartel disociador de la música vallenata, que la confianza depositada en estos dos extraordinarios talentos de nuestra música vallenata. Pero bueno, no es hora de llover sobre mojado.

La historia de las separaciones y reencuentros de cantantes y acordeonistas en la música vallenata es algo conveniente que ha servido como oxigenante a los grupos musicales y al mismo folclor. Si miramos por el espejo retrovisor, encontramos que Diomedes ha tenido 9 acordeonistas (Náfer Durán, Edilberto López, Colacho Mendoza, Juancho Rois, Cocha Molina, Iván Zuleta; Juancho de la Espriella, Franco Argüelles y actualmente a Álvaro López).

Jorge Oñate comparte el mismo número de acordeonistas (Emilio Oviedo, Miguel López, Emiliano Zuleta; Colacho Mendoza, Chiche Martínez, Juancho Rois, Álvaro López, Julián Rojas y Cristian Camilo Peña) y por su parte, Poncho Zuleta, ha compartido tarima con seis acordeonistas (Emilianito, Colacho, Beto Villa, Chiche Martínez, Iván Zuleta y actualmente el gran Cocha Molina). En los casos de Shakira, Juanes y Marc Anthony, también han sido necesarias las separaciones, solo que ellos les tocó con sus parejas y mánager, porque no tenían acordeonistas.

En 12 años de vida artística, Silvestre Dangond solo ha tenido dos acordeonistas; Román López, -quien se tuvo que retirar por inconvenientes de salud- y Juan Mario de la Espriella que le renunció el martes pasado. No entiendo tanta algarabía por algo tan natural en nuestra cultura vallenata. A lo mejor más adelante, se vuelven a reencontrar como sucedió en su época entre Juancho Rois y Diomedes y Poncho con Emilianito. Está demostrado, que al final del día, ganamos todos.

Hay que reconocer que Silvestre alcanzó con Juancho, lo que cualquier grupo de música vallenata ha anhelado conseguir para llegar a la cúspide: Hoy son los números uno en ventas (150.000 CD/año), los de más presentaciones (22 promedio/mes) y los de mayor número de seguidores (35.000 personas reunidas en el parque de la leyenda de Valledupar en sus lanzamientos y 10.000 afuera sin poder entrar). Por eso son los únicos que se dan el lujo de cerrar cualquier evento, porque saben que su público los espera hasta las 6 de la mañana.

Aquí viene la pregunta del millón. ¿Si están cosechando tantos triunfos, por qué se separan? Es la ley de la naturaleza. El ser humano nunca está conforme con lo que tiene y siempre anda buscando nuevas emociones y mejores alternativas de crecimiento profesional y espiritual. Así suele suceder en nuestra sociedad.

Silvestre, además de ser un músico talentoso, es un explorador artístico, sus éxitos se extiende en el campo de la televisión con el programa Un minuto para ganar el cual logró el segundo rating de sintonía más alto en programas de entretenimiento, después de Yo me llamo. Ahora se dispone a lanzar su casa disquera Music Dreams para promover jóvenes promesas de la música vallenata.

Dice un dicho que “Nadie sabe con la sed bebe el otro”. A mí personalmente me ha tocado salir apoyar a Silvestre en sus luchas contra la injusticia que sufren los artistas y compositores de la música vallenata. Él ha sido el único que tuvo la valentía y los cojones de enfrentar el cartel de los payoleros -extorsionistas que exigen dinero a cambio de sonar las canciones de los músicos en las emisoras-. Por eso, sus canciones no se escuchan o se escuchan muy poco, en una importante emisora de Valledupar.

También ha sido el único capaz –sin importar las consecuencias que le traería después- de desenmascarar a unos jurados del Festival de Orquesta de Barranquilla, que siempre daban por ganadores de la estatuilla, a quienes no se la merecían. Lo que también está sucediendo con los premios Grammy Latinos. Además le ha tocado defenderse constantemente de las injurias y calumnias de los hacker de Internet pagados por algunos colegas que se han sentido desplazados musicalmente por él. Pero como dice el dicho, al árbol que mas fruto da, es al que más se le tira piedra.

Pero Silvestre también ha cometido algunos actos que si bien pueden tener un reproche social no hacen parte del universo penal. Es una bobería seguir repitiendo estos desagradables episodios que no lo hace ni más, ni menos hombre.

En adelante deberá ser consciente del alto grado de responsabilidad que tiene con sus seguidores y el buen ejemplo que de bebe dar a las nuevas generaciones. No me cabe ninguna duda, que su contrastada inestabilidad emocional ha sido el origen de tantos actos desacertados. Es largo el camino que le queda por recorrer y Lucas Dangond, su primo de tan solo 20 años -rey vallenato de las categorías infantil y aficionado-, puede ser un buen coequipero. El tiempo lo dirá.

Como dijo alguien: “Dios pone a las persona en tu vida por una razón, y las saca, por una aún mejor”.

Por Indalecio Dangond Baquero

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